Un encuentro inesperado en medio de desacuerdos
Aunque la Pascua suele ser símbolo de concordia y esperanza, en el Vaticano se vivió un momento marcado también por la tensión política. El Papa Francisco, visiblemente debilitado y en silla de ruedas, recibió al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, en la residencia Casa Santa Marta. No muchos esperaban que se produjera este encuentro justo ahora, cuando la brecha entre la agenda migratoria del Vaticano y las políticas estadounidenses se hace cada vez más patente.
Vance, convertido al catolicismo hace algunos años, llegó acompañado de su familia y fue recibido por un pontífice atento, aunque ciertamente frágil. El ambiente fue cálido en el gesto, pero frío en el trasfondo: el intercambio incluyó saludos pascuales, regalos –huevos de chocolate para los hijos del vicepresidente y una corbata oficial del Vaticano– y unas pocas palabras sobre salud y fortaleza. Un sacerdote se encargó de traducir las frases casi apagadas del Papa, marcando de manera silenciosa cuánto ha afectado la edad y la enfermedad al líder religioso.
Tensiones por migración y el simbolismo pascual
La visita no fue solo un acto de cortesía. JD Vance ya había mantenido una cita con el cardenal Pietro Parolin, pieza clave de la diplomacia vaticana, donde se trataron temas candentes: la libertad religiosa, varios focos de conflicto internacional, pero sobre todo la crisis migratoria. El Vaticano nunca ha disimulado su postura humanista y su defensa de los derechos de los migrantes, en claro contraste con la línea más dura de la administración republicana de la que Vance ahora forma parte.
El momento escogido para la reunión tampoco fue casual. Apenas terminó la visita, el Papa Francisco dirigió su tradicional mensaje de Pascua, aunque esta vez lo leyó un ayudante dada su salud. Allí no ahorró críticas: "¡Cuánto desprecio existe a veces hacia los vulnerables, los marginados y los migrantes!", proclamó ante fieles y autoridades. El eco de esas palabras, lanzadas justo después de la salida de Vance del Vaticano, resonó fuerte en un contexto donde Estados Unidos continúa endureciendo el trato hacia refugiados y solicitantes de asilo.
Durante su estancia, Vance participó también en los solemnes oficios del Viernes Santo en la Basílica de San Pedro. Su equipo subrayó la hospitalidad vaticana, pero prefirió no mencionar las palabras filosas del Papa respecto a la política migratoria de Washington. El encuentro, que apenas superó los 15 minutos y terminó con el vicepresidente despidiéndose discretamente, fue suficiente para dejar al descubierto la distancia ideológica entre ambas orillas del Atlántico respecto al futuro de los migrantes y el compromiso humanitario.
Juan Pablo Bahamonde
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